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 Muchos padres de familia al llegar el momento de las inscripciones escolares de nuestros hijos, nos dedicamos con vehemencia a investigar la lista de las "mejores" instituciones donde la educación y la enseñanza sean superiores a todas las demás. Decimos orgullosamente que ahora saben hablar tres idiomas, que ya saben contar más allá del número 100, que se saben el abecedario sin saltarse ninguna letra, entre otros ejemplos.
Sin embargo, no nos detenemos ni un minuto a reflexionar que el hecho de poseer ciertos conocimientos simboliza sólo una parte del proceso natural que vivimos los seres humanos, pero ¿dónde quedan las emociones? El estado emocional y los sentimientos representan una parte fundamental en nuestra vida, pues reflejan nuestro mundo interno y nos informan cómo vivimos y lo que sucede en el entorno en el que nos desarrollamos diariamente.
En repetidas ocasiones, como padres, solemos exigir a nuestros hijos buenas calificaciones; pero si un alumno no se encuentra bien emocionalmente hablando, su aprendizaje se verá afectado de igual forma. Es decir, un niño que está atravesando el abandono, divorcio de sus padres, burlas en el salón de clases, acoso o alguna otra situación de este tipo, automáticamente su rendimiento escolar se verá afectado, pues su concentración se encuentra en los momentos de tensión que puede estar experimentando y no en lo que pueda aprender en la escuela. En base a tal motivo, es de gran importancia analizar con detalle las distintas situaciones que están viviendo nuestros hijos antes de reprenderlos por una mala nota. Claro está, que la mejor forma de averiguar dichas situaciones, es acercándonos a ellos con interés, demostrarles cariño, apoyo y buscando aquellos momentos que favorezcan el diálogo.
Una buena comunicación dentro de la familia asegura un ambiente armonioso, donde el compañerismo, la unión, el respeto, la tolerancia y sobre todo el amor estarán presentes. Ayudemos entonces a nuestros hijos, enseñándolos a no reprimir sus sentimientos y a crear un vínculo de confianza desde que son pequeños, pues en un futuro les resultará más sencillo abrirse ante nosotros y platicar todo aquello que les sucede día con día en su vida. Fuente: Periódico Gaudium, Edición #457 |
