Los cambios en la dinámica familiar como la incersión de la mujer en el campo laboral y la flexibilidad de los trabajos de los hombres, son sólo algunos de los factores que han propiciado el surgimiento de los neopadres. Desde el momento en que saben que se convertirán en padres, se van preparando leyendo libros sobre el embarazo y sus cambios, así también asisten a clases prenatales. Son hombres que les interesa estar en el momento del parto, apoyando a su pareja; y una vez con el bebé en casa, cambian pañales, los bañan, en fin, son ellos los responsables del cuidado del bebé la mayoría del tiempo, sobre todo si mamá trabaja. Lo que hoy se conoce como neopaternidad no queda allí, una vez que su hijo ha crecido, se encargan de prepararle su lunch, vestirlo y llevarlo a la escuela. Estos padres que han logrado vencer la tradición antigua de ser meros proveedores, hoy comparten el gozo de la crianza de los hijos y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar". Desde luego esa mayor participación en la vida de sus hijos también los lleva a involucrarse más emocionalmente con ellos, lo que para muchos puede significar el debilitamiento de su virilidad. Se piensa que se vuelven tan suaves que en lugar de que los niños tengan un padre ahora cuentan con dos mamás. No negamos el hecho de que al involucrarse más en el cuidado de los hijos cambien algunas de sus actitudes, pero eso no significa que sean menos hombres. Al contrario, aquellos que no faltan a las juntas escolares, les leen cuentos y duermen a sus hijos, son hombres que trabajan para darle lo necesario a su familia pero que también colaboran, educan, y eso los hace más viriles. Tanto mamá como papá son esenciales para el desarrollo de su hijo porque cada uno está hecho para aportar lo que el otro por su naturaleza no puede; por ejemplo, la intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento mismo de su nacimiento, así ella es capaz de interpretar las señales de hambre, cansancio o temor y sabe como tranquilizarlo. El padre por su parte, proporciona ese toque fresco, espontáneo y chusco a la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. Los neopadres logran ver al hijo como parte importante de su entorno, se adaptan y cambian para crear un ambiente incluso más relajado que el de la madre, lo que les permita desarrollar su potencial libre y responsablemente. Mientras la madre dice "con cuidado" el padre le dice "uno más", estimulando continuamente a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Así, juntos guían al retoño en el camino de la vida. La voz de la madre es dulce y tierna, la del padre le brinda seguridad, pero también enfatiza los límites de su conducta cuando es más grande; así el niño se encuentra en un círculo donde hay amor pero también disciplina, comprensión, afecto pero reglas de comportamiento que obedecer, hay pues un equilibrio que le garantiza una vida sana. En conclusión, se le agradece a esos padres que han dejado largas y cansadas jornadas de trabajo para darse el tiempo de sentir amor, interés, preocupación, alegría por sus hijos; de permitirse disfrutar la experiencia única de verlos crecer y gozar a su lado cada momento de ese proceso. |