El psiquiatra y pediatra austriaco Hans Asperger, lo define en 1944 como un desorden del desarrollo que afecta la habilidad de socializar y comunicarse efectivamente.
Los síntomas están presentes desde etapas tempranas del desarrollo, y afectan áreas del funcionamiento normal del menor.
A un niño con este síndrome se le debe poner atención, sobre todo a sus habilidades de socialización.
Como el Asperger no desaparece la clave es la intervención temprana, ofrecer a los pacientes una vida independiente.
Cuando los padres notan comportamientos diferentes o extraños en el bebé o conforma va creciendo, es importante no perder la calma, llevarlo con un médico especialista como un neurólogo y desde luego no etiquetarlo.
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