Esta es la historia de un viejo muro de ladrillo y una lagartija. El viejo muro vivía una vida triste. De día, los rayos de sol calentaban sus piedras. De noche, escuchaba los pasos de la gente solitaria. Esas eran sus únicas distracciones. Una tarde, agitando la cola y con paso rápido, llegó al muro una lagartija que perseguía a una polilla. El animalito se metió en una grieta y esperó.Cuando la polilla se posó en la pared, la lagartija, con sorprendente velocidad, la atrapó. Desde ese día el muro ya no estaba solo. Y se divertía con las cosquillas que la lagartija le hacía en sus correrías. La lagartija también estaba agradecida al viejo muro. Sus grietas le proporcionaban seguridad. Y sus piedras, siempre expuestas al sol, le daban un calorcito muy agradable. Por ese motivo, una mañana, la largartija atrapó una semilla que viajaba en el viento y la plantó en un hueco del muro. Poco después llovió y brotó una pequeña planta. Y cuando llegó la primavera, la planta dio una flor. La mancha roja de la flor alegró la tristeza del muro. En otra ocasión, la lagartija ayudó a remontar el vuelo a una golondrina que se había caído. - Te debo un favor. Pídemelo que quieras, le dijo agradecida la golondrina. - Puedes venir a vivir a la cornisa del muro. Se pondrá muy contento, respondió la lagartija. A partir de ese momento, el muro también se divertía contemplando a la golondrina cazar insectos. Con el paso del tiempo, otras plantas quisieron imitar a aquella flor que crecía en el muro, pues allí daba el sol y el aire era fresquito. Así que se dejaron llevar por el viento hasta sus grietas. La vieja pared pronto estuvo salpicada de pequeñas flores. Y atraídas por las flores, llegaron las mariposas. ¡De reprente, el muro de ladrillo estaba rebosante de vida! Como todo el mundo sabe, donde hay vida hay niños. Y los niños no tardaron en jugar a la pelota junto al muro, que les proporcionaba una buena sombra por la tarde. El viejo muro ya no estaba solo. Incluso un circo, que llegó al pueblo aquel verano, pegó unos preciosos carteles en él. La lagartija miró a su alrededor. Estaba satisfecha y volvió a corretear por el muro de arriba abajo. Sin embargo, cuando se paró a descansar, observó justo delante otra tapia, sumida en la tristeza. La lagartija estuvo pensando un rato. Luego, esperó a que anocheciera. Entonces, con mucho cuidado, cruzó la calle. Y esa misma madrugada, plantó otra semilla en el viejo y solitario muro de enfrente. El cuento nos dice que... La vida sin amigos puede ser muy solitaria, triste y aburrida. Cuando alguien se nos acerca y nos ofrece su amistad, todo cambia: no solo llegan la alegría y las sonrisas, sino que uno mismo se muestra en su mejor versión. El amor y la atención que recibimos y damos nos ayuda a crecer y aprender. Claro, a veces los amigos están lejos o muy ocupados... ¡No importa! Nuestra amistad puede continuar a través de la distancia y el tiempo, porque el amor la sostiene. |