Es una relación que produce seguridad, conocimiento, sosiego, consuelo, agrado y placer. Ese vínculo afectivo inicialmente se establece de manera instintiva, luego se va desarrollando y fortaleciendo a lo largo de la vida a base de intercambios comunicativos entre los padres con sus hijos, o entre las personas en general. Cómo se establece esa unión entre madre e hijo Hablando en concreto del intercambio tan gratificante que se da en la maternidad, éste se establece antes de que el niño nazca, es incluso desde el momento en que la mujer se entera de que está embarazada porque a partir de ahí cambia su percepción de ella misma, ya no se ve como una sólo persona pues dentro hay un nuevo ser que se esta formando. Esta comunicación tan fundamental es por medio de los movimientos del feto y las emocionantes pataditas; por su parte la madre le da pequeñas palmaditas al vientre, le habla a su hijo, le canta, piensa en él, se imagina como será y con quien tendrá parecido. Todas estas conductas, muchas inconscientes, son comunicativas y hacen que ambos se vayan conociendo. Al nacer Ese encuentro que se va preparando durante nueve meses se intensifica al momento del nacimiento, lo que es compresible puesto que su madre lo ve por primera vez. Conforme madre e hijo entran en contacto se inicia una comunicación que puede perdurar a lo largo de la vida. Los estudiosos en el tema indican que existen cinco sistemas que fortalecen ese vínculo entre madre e hijo, tales son: la sonrisa, el mamar, la mirada mutua, el llorar y el contacto físico. Al principio esos estímulos que son sólo de uno después se harán mutuos; la madre sonreirá al bebé y poco a poco él también le sonreirá; cuando balbucee ella le platicará; conforme pase el tiempo la madre podrá interpretar el llanto del niño: por hambre, por dolor, por sueño. Cómo se fortalece Con el tiempo, observación y mucha paciencia por parte de la madre, logrará entender los mensajes que su bebé le dará a través de su comportamiento, logrando una buena comunicación. Brazelton, pediatra estadounidense experto en neonatos describe tres tipos de respuestas de los bebés ante los estímulos que les llegan del exterior, éstas son: respuesta de aproximación, respuesta de estrés y respuesta de autorregulación. Un ejemplo de respuesta de aproximación es cuando el niño sonríe, la expresión brillante en los ojos, el contacto ocular y la tranquilidad, son comportamientos que indican que el bebé está sereno, receptivo y disfrutando del momento. En cambio cuando el niño esta llorando, cierra los puños, gira la cabeza, arquea el cuerpo y sus ojos parpadean continuamente puede deberse a cansancio, por lo que la madre actuará en consecuencia. Ante un exceso o falta de estimulación el bebé se lleva las manos a la boca, succiona rápidamente el chupete o agarra las manos, con ello trata de regular su conducta para alcanzar un equilibrio en su organismo. Duración Si bien este vínculo puede ser permanente, es mucho más fuerte e importante durante el primer año de vida, y más o menos alrededor de los seis meses la madre debe mostrarse flexibles de tal manera que el niño se vaya percibiendo como alguien aparte, lo que significa un paso esencial hacia su independencia en un mundo donde se siente querido, comprendido y apoyado. ¿Por qué es tan importante este vínculo? Los sistemas cerebrales que nos permiten formar y mantener relaciones no sólo con nuestros seres queridos se desarrollan durante la infancia. Los vínculos que se formen en los primeros años de vida y niñez temprana, ayudarán a desarrollar en una persona aspectos como la empatía, el afecto, el deseo de compartir, la tolerancia y la capacidad de amar y ser amado. La calidad del vínculo que el niño logre establecer con sus padres y especialmente con su madre desde que es un bebé, incluso antes de nacer, es primordial para su salud física y emocional futura. |